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La madriza con la surtidora

  • Foto del escritor: Edm Estancias
    Edm Estancias
  • 29 jun 2023
  • 3 Min. de lectura

Todo empezó cuando uno de la pandilla de la cerrada tuvo una pelea con uno de “la surtidora” en la secundaria federal uno, los de la surtidora amenazaron con ir a la cerrada para desquitarse, el rumor se corrió como pólvora, hasta nuestra vieja guardia que incluso ya no vivían allí decidieron participar, entre otros recuerdo a Chucho Kike, Fito, El Somoza su hermano El Arellano y El cocol.


Así que se desarrolló un plan de defensa de la cerrada, como en las épicas historia griegas clásicas, nos organizamos teniendo en cuenta nuestra capacidad y el lugar donde iba a tener curso la contienda. El plan era simple, los más grandes estarían al fondo del callejón frente a la casa de la Sra. Marina para la pelea a puño limpio, mientras que los más chicos fuimos algo así como los arqueros, apostándonos a lo largo del pasillo del primer piso del edificio.


Hay que mencionar que el edificio abarca 2/3 de uno de los lados de la calle que conforma la cerrada, así que era paso obligado; nuestras armas fueron piedras del tamaño de una pelota de golf que estuvimos recolectando en el Rio de las Avenidas, tan solo a unos cuantos metros. Si los invasores querían llegar hasta nuestros amigos en el fondo de la cerrada forzosamente tendrían que pasar cerca del lado donde estábamos los arqueros, además, colocamos dos vigías en las esquinas próximas a la cerrada, para anticipar su llegada y de esta forma estar listos para la defensa de la cerrada y de nuestro honor.


El clima era de miedo, se podía notar por nuestra respiración y sudor que estábamos nerviosos, en esa época todos en la ciudad sabían que los barrios con las pandillas más problemáticas eran Santa Julia, El Lobo, El Arbolito y La Surtidora, sabíamos que nos superarían en número y habilidad para pelear ,ya que en la cerrada no se daban muchas peleas, finalmente éramos unos muchachos que solo nos juntábamos para pasar el rato en las tardes , algunas veces supervisados por nuestros padres o algún familiar.


¡El momento llego!

Los vigías corrieron hacia la cerrada gritando ¡Allí vienen! ¡Allí vienen! y detrás de ellos los de La Surtidora, mientras entraban a la cerrada caminando en una postura de guerreros, los dejamos seguir avanzando hacia el fondo, cuando ya estaban todos dentro de la cerrada y justo cuando creyeron que solo estaban los pocos de nosotros que se veían al fondo, empezamos a lanzar nuestras municiones, teníamos suficientes para lanzarles cuantas fueran necesarias, una tras otra, la distancia era ideal para no fallar.


No creo que alguno de ellos haya salido de allí sin una buena tanda de gabarros, al verse sorprendidos por nuestra artillería trataron de salir, pero hubo unos instantes, quizá un par de minutos en qué no les fue posible, el factor sorpresa los inmovilizó, algunos se tiraron al piso otros cayeron a causa de una pedrada, en cuanto pudieron corrieron y emprendieron la retirada, fue una victoria.


Podía sentirse el júbilo en el ambiente, no se hicieron esperar los gritos eufóricos con los brazos alzados, los abrazos, los apretones de mano; el resto de la tarde y hasta ya entrada la noche se nos fue en narrar la hazaña, lo que cada uno sintió y vivió, lo que los demás vimos que hicieron cada uno de los demás, las heridas causadas a los rivales, y claro, como logramos defender la cerrada.


Como toda historia en donde un David vence a un Goliat, a veces quisiéramos dejarla así y creer que no hubo un después, no sería esta una historia completa sin ese ¿Qué pasó después? En realidad solo sacudimos el avispero, ese día quizá solo fueron un 15% de los miembros de La Surtidora y solo jóvenes menores a 20 años, pero esa pandilla estaba integrada por adultos de hasta 40 años y jóvenes.


Mandaron decir que se iban a vengar y en un lenguaje coloquial “que no nos la íbamos a acabar” que bajarían todos a partirnos la madre al día siguiente; por algunas semanas todos los de la cerrada que participamos nos escondimos, no salíamos si no era con un adulto.


Bromeando entre nosotros, por algún tiempo no faltaba quien entraba corriendo a la cerrada gritando allá vienen allá vienen y todos corríamos despavoridos a encerrarnos. Así fueron las cosas durante algunas semanas, hasta que poco a poco todo regresó a la cotidianidad, los partidos de fut por la tarde, las pláticas, las bromas, simplemente el transcurrir de nuestra preadolescencia.

 
 
 

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