Las pandillas de la cerrada

Las pandillas de la cerrada las integraron niños que vivían en los alrededores del edificio, principalmente en la cerrada y en el mismo edificio, el hermano mayor fue parte de la primera generación de estos aventureros quizá a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, junto con el los hijos del Sr. Vargas con quienes tuvo una amistad de por vida.

Les digo aventureros, porque en su convivencia compartían sueños y aspiraciones, jugaban con su imaginación, compartían sus ilusiones como la de ser actores, futbolistas, millonarios, entre otros. Solo eran chicos juntándose por la tarde y parte de la noche para pasar el rato, ya fuera jugando o simplemente platicando; manteniendo con los adultos de la cerrada una relación de mutua vigilancia, los adolescentes "según ellos", protegiendo el lugar de gente extraña, y los adultos vigilando que los primeros no se metieran en problemas o más bien no causaran demasiados problemas.

No era raro que a los extraños, que querían pasar a la cerrada, los detuvieran para preguntarles a donde iban, a quien iban a ver y hasta siendo un poco entrometidos, ¿para qué?, las cascaritas eran cosa de todos los días, siempre interrumpidas por el ocasional tráfico ya fuera de autos o peatones también se interrumpía abruptamente cualquier actividad que estuvieran haciendo para admirar una chica guapa que pasase por allí, no fueron pocas la veces en que por esto se perdían partidos por un portero distraído, era casi una obligación, al tiempo algunos chiflidos se dejaban oír y como si se tratara de un llamado a la manada, no faltaban quienes se asomasen por una ventana, un pasillo o un balcón para ver a quién le silbaban.

Debo decir que esta costumbre de los silbidos inició con mi abuelo y su hermano, incluso antes de que se construyera el edificio por allá por principios de los años treinta del siglo pasado, los dos hombres ya en su vejes acostumbraban pararse todas las tardes en la banqueta donde inicia el callejón, justo donde se interceptaba con la calle principal, con la única intención de ver pasar a las damas y obsequiarles respetuosamente un piropo.

Los miembros jóvenes o los recién llegados a la pandilla con el paso del tiempo sustituían a los más antiguos, algunos de estos últimos la dejaban porque cambiaban de casa, otros más porque crecían e iniciaban su vida en lugares diferentes. Había una regla no escrita por la que no se permitía que niños pequeños formaran parte, tendrías que estar por lo menos en secundaria.

A algunos de mis hermanos mayores les tocó integrarse quizá en los sesenta y principios de los setentas junto a un montón de primos y vecinos como el chilis, Horacio, Pancho, Pepe, a los que hoy en día más bien se les llama el Sr. Ingeniero, el Sr. licenciado, El Sr Doctor.

La pandilla de la cerrada de una forma no intencional desarrolló en quienes formaron parte de ella sentido de lealtad, de pertenecía, de respeto, de amistad y de protección, cualidades que de muchas formas ayudaron a formar a esos destrabancados muchachos, creando amistades entrañables.

Felizmente puedo decir que la gran gran mayoría de los miembros de esa pandilla al paso de los años se convirtieron en hombres de bien, algunos de ellos en importantes miembros de la sociedad, profesionistas, políticos, empresarios, negociantes; en esos tiempos en este país cualquiera que tuviera la convicción podía forjarse un futuro, algunos de ellos comentaron que la imagen del Dr. Márquez en su momento los motivó a querer ser más, tener más esforzándose más y feliz mente lo consiguieron. <<AMA>>